La Europa del siglo XVI era un mundo convulso. Las estructuras sociales se desmoronaban, la Iglesia estaba dividida por la controversia y la división, las nuevas ideas y nuevas culturas ponían patas arriba la sabiduría convencional sobre cómo vivir. Era una época parecida a la nuestra.
San Ignacio era el hombre para ese momento y para el nuestro. Nos ofreció una nueva forma de acercarnos a Dios. Antiguamente Dios se encontraba en lugares y actividades religiosas; Ignacio decía que Dios se encontraba en todas las cosas. El pensamiento antiguo veía a Dios como legislador y juez, alguien esquivo y remoto; Ignacio lo veía como un dador de dones infinitamente generoso; que estaba cerca, trabajando profundamente en el mundo.
Esta actitud condujo a nuevas formas de vida espiritual. Antes, el modelo de santidad era una vida tranquila de oración en un monasterio o convento. Lo que hacían los sacerdotes y las monjas, no la gente común. La espiritualidad ignaciana era para la gente corriente que vivía una vida ocupada. Veía a Dios presente en todas partes.
Por eso, celebremos este día con espíritu de gratitud: otra cosa que Ignacio nos enseñó. Dios nos está colmando de dones y gracias. Nuestra respuesta comienza con un simple agradecimiento.
¡Feliz día de San Ignacio!